jueves, 1 de junio de 2017

Llaves de Tudanca



  

   _ ¿Quién ordeñará las vacas si se va?_ Preguntó Neluco. Y esa pregunta si que era a mala leche. Y la abuela la contestó a gritos, y saliendo por peteneras.
 _ ¡Deseando estoy que desaparezca ya de una vez sólo, por no verle por aquí refunfuñando todo el día.
 _ Pero ¿quién ordeñará las vacas?_ Insistió Neluco.
   _ Ha dicho Rosendo que ahora ya las vacas se ordeñan solas. Y quiere convencerle a tu tío Marcial de invertir en poner al día la maquinaria y las instalaciones de ordeño de las cabañas.
  _ ¿Pero eso? A las Tudancas no creo que les guste. Hay una, la Peñaga, que no hay ni forma humana de ordeñarla como falte él, que sólo quiere el tacto de la mano del tío.
  _ ¡Así pierde el tiempo todo el día! ¡Mimando a unas vacas que son peores que rebecos, y que para colmo no dan leche!
  _ Sí la dan. Aunque no den tanto como una frisona. Pero ¡No la hay más resistente! Nunca se enferma. Jamás ha tenido que usar el tío una sola inyección de antibiótico. Y a veces hasta le ayudan a arar el huertuco. Si trabajan no pueden dar tanta leche. Y a subir los aperos. Usa tú una vaca holandesa como animal de tiro. Igual se te esparranca. Para andar bajar y subiendo a los praos mejores, que son los altos, no hay otra, porque es resistente y ágil. Y además no come tanto.

   La serie de elogios seguidos que soltó el Neluco a las Tudancas le hizo a su abuela disimular toda la satisfacción que estaba sintiendo.Esos amores son la llamada de la sangre. Y pasa, que a veces más parecido sale a lo suyo el bastardo que el legítimo. Y ese era el caso del Neluco, que no podía negarse que era nieto suyo, y si le apuraban incluso renieto, porque la otra abuela del Neluco era prima segunda de ella, por lo menos. Pero como por naturaleza Conce era de las que no se apean del burro, rompió en exclamaciones.

  _ Pues hijo. Ya tienes el futuro asegurado. Si crees que se puede vivirse de esto en pleno siglo XXI cuando todo el mundo piensa en euros, ahí tienes praos a mainta, que se están abandonando porque ya no hay aparceros que los cojan. Pero me temo que lo de doblar el lomo, como hace tu tío, que eso sí que hay que reconocerle, no es lo mismo que ser poeta, que me temo sea tu caso, o reportero. Vete a hablar con los del Diario Montañés, que igual te cogen de corresponsal.

   No dijo nada el nieto y ella prosiguió:

   Pero te digo yo, que a la ruina nos llevaba el loco este de la colina si le dejáramos. Menos mal que tenemos a tu tío Rosendo para ponerle freno.

   _ Sí. Pero no es él el que paga los impuestos de las fincas, ni la contribución de la casona. Y ni siquiera duerme aquí.
   _ Pero se le da de comer. Y se le lava la ropa. Y con las fincas mías empezó él. Y ahora mira todo lo que tiene.
   _ Y usted es el doble de rica, abuela. Y al fin y al cabo. A cualquier aparcero le habría usted dado lo mismo.
   _ Pero él come en esta casa._ Insistió la mujer.
   _ Pídale usted a los aparceros que le paguen los impuestos y la contribución. A ver quien lo hace.
   _ Pues lo comido por lo servido. Y vamos a dejar la fiesta en paz._ Dijo la abuela. Pero el Neluco se enervaba cada vez que alguien nombraba al tío Rosendo. Él tío Rosendo, no es que no le tratara ya de sobrino si no que ni siquiera le miraba, ni le había mirado nunca.



   Los niños habían subido a sus habitaciones y pateaban por la planta de arriba. Se les oía perfectamente porque temblaba el techo. También de niño Neluco subía por las alturas, y se conocía la casona de arriba a abajo. Pero desde que fue mozo fue sintiendo cada vez más vergüenza. Y ahora como mucho subía al pajar que estaba de trastero,y si se lo pedía el tío Marcial, para ayudarle a buscar algún apero especial y valioso. Así que se limitaba a entrar en la cocinona como un simple vecino. Eso sí, tenía barra libre para picar del queso y de la hogaza, igual que cualquier obrero de la casa, que fueran de confianza de toda la vida.
   
  _ A mí el tío Rosendo me cae fatal. Nunca le tragué. Pero desde que sé lo que hizo..._ Salió Nenuco diciendo.


  _ Pues ¿Qué es lo que ha hecho tu tío a parte de llevar el control de todas las cosas?
  _  Manejar los hilos diría yo, abuela. Como si el resto de las personas fuéramos marionetas. Eso se le da de rechupete. Como hacer que mi padre marchara de aquí. Primero convenciéndole de que hiciese la mili, cuando ya nadie la hacía, y había salido creo que exceso de cupo. Y lo hizo nada más saber que mi madre estaba preñada, y sólo por eso. Y luego preparándole el casamiento con otra que conoció después. Que ya se ocupó el bien de que la conociera.
  _ Pero ¿qué payasadas dices?_ Preguntó la abuela, que acababa de encender la tele y estaba a la búsqueda de sus canales favoritos. Y el tener el control remoto en una mano, cuando no soltaba el periódico de la otra, requería ya demasiada concentración.

   _ Ese lo que quería es que el- el que dicen que es mi padre- le dejara el campo libre con mi madre.
   _ A ti ¿Quién te ha dicho todas esas barbaridades? A ver.
   _ El Marcial. Y me lo dijo, porque lo sabe de muy buena tinta, que Rosendo estaba tan colado por ella, que se ofreció como marido, antes de que yo naciese, por activa y por pasiva.

    La abuela muy enfadada arrojó el mandó en el sofá de malos modos.
  _ ¡No sé ni para qué busco la novela teniendo lo que tengo en casa!_ Protestó.

  _ ¡De menuda me libré! Porque de haber tenido un padrastro como él, mi vida habría sido un infierno.
  _ Pero...Este Frailón. ¡Qué sabrá él!
  _ ¿Se cree  usted que yo no me he dado cuenta? Si, si recuerdo_ tartamudeó_ cuando yo era un niño tan sólo, que era cruzarse conmigo y con mi madre y ponerse como un semáforo en rojo el día de Navidad y con un atasco en frente del Corte Inglés. Qué si: ¿Qué tal, Marta? ¿Cómo te van las cosas? ¿Quieres tomar algo? Siempre tan solícito con mi madre el asqueroso ese...Y ¡algo era ello! Además usted tiene que saberlo mejor que yo, abuela.
  _ ¿Yo?
  _ Sí. Usted. 

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