lunes, 19 de junio de 2017

Echando cuentas.




   Quedó claro, para quien de sus hermanos quisiera entenderlo, que el dinero obtenido gracias a la comercialización de los productos proporcionados por los aparceros de su madre, en condición de pago a cambio del uso y disfrute de las tierras, como eran la mitad de las distintas cosechas de legumbres y cereal, principalmente maíz, y leche en abundancia con todos sus derivados, servía entre otras cosas para pagar todos los impuestos. Que se obtenía, por otra parte, de vez en cuando en la feria, buen dinero por la mitad de las reses que nacían en las tierras de Conce, y que con eso se pagaba todo lo extraordinario de la casa. No carecía la casona de calefacción en ninguna pieza de la casa. Había tres baños completos incluido el de más servicio de la planta baja, tan amplio como una suite, el cual había sido construido en uno de los antiguos edificios anexos a la casona, una especie de adosado dedicado antiguamente a la preparación del chon, y que tenía incluso su propia chimenea, donde en el pasado se habían ahumado los buenos chorizos resultados de la matanza.

_ ¿Qué necesidad hay de encender el lar si ya hay calefacción?  _ Solía protestar Conce cuando su hijo Marcial exigía al Neluco que lo mantuviera encendido, y que se ocupara de que allí en la casona no faltara leña. Que lo que sobraba era madera a patadas alrededor de la casona, y que había que mantener las zonas arbóreas a raya, a parte de que se ahorraba queroseno.

   _ No falta internet, ni un ordenador para cada uno de los chavales que lo necesita. La Josefina tiene coche, aunque sólo lo use para figurar._

   _ ¿Acaso no necesito yo el coche para ir fuera a trabajar, cuando por ejemplo, me llaman de la estación de eskí?_ Protestó ella.

   Marcial no respondió. En vez de eso, a enumerar se puso uno a uno los servicios y productos de consumo que había en la casona. Y luego le preguntó a Rosendo si se debía algo.

   _ Aquí están las cuentas._ Le respondió su hermano el segundo.

   Esta continuación de la conversación pendiente fue ya a la hora del café. Todos los foráneos habían marchado, menos el Rosendo.
 
  _ Sí. Ya veo. ya te veo con los libros y todos los títulos de propiedad de Madre.

  _ Yo solo sé que madre viviría mucho mejor si viviera en un chalé y se vendiera la casona. Y no tendría que mantener a tanto chupón y chupona._ Aquí dejó caer su mirada de soslayo sobre la Josefina que estaba recogiendo el lavavajillas y preparando el café de después de la siesta de Conce.
   También es cierto que antes de marchar todas las mujeres, a parte de la vieja, habían ayudado a recoger. Cristina había fregado, a parte de la paella, cacerolas, y sartenes; todo lo gordo. Y Magdalena los platos y fuentes que no habían entrado en el lavavajillas. Platos y fuentes que Emilia secó con esmero y había dejado de nuevo luciendo en su sitio dentro de la vitrina.

   _ Una pobre viuda. Eso ha sido tu madre desde que tu tenías diez años, y yo doce. ¿De que se puede quejar esta mujer, "La rica" "La cultísima de Luena" La misántropa que jamás se trató con un vecino  de igual a igual, y todavía está resentida con ellos porque no te votaron a ti para alcalde cuando te presentaste ¿cuando fue? ¿aquel año que el PP arrasó en toda España, y eso que ibas tú aquí de cabeza de lista?

  _ ¿Qué sandeces dices tú ahí?_ Protestó Conce.

  _ ¿Eso qué tiene que ver ahora? _  Preguntó Rosendo muy serio.

  _ Y de mí_ continuaba Frailón, haciendo caso omiso de las protestas, y sumiéndose en un monólogo de los suyos._  De mí, que trabajo y toda la vida trabajé en lo más humilde, y que tuve que quitar piojos y mocos a mis hermanos cuando ella, "La rica" quedó viuda, y rascar el rabo de la vaca que nos quedaba en el establo,  la de casa que decíamos, y quitarle la plastaza seca del pellejo.... De mí se avergüenza la Señora, la "Cultísima de Luena" como la conocen por los pueblos de alrededor otros terratenientes de la zona, tanto o más ricos. Pero no tan pedantes.

  _ Por favor Señor Marcial. Aquí por lo que yo veo, nadie le está faltando a usted. A la gente hay que tenerle respeto, y más a una madre._ Dijo Bogdan, desde uno de los bancos que rodeaban el lar, y donde estaba más que sentado, arrellanado. Y a lo visto debía de estar muy a gusto cuando también se había quedado para el café.

   Rosendo le miró con extrañeza de que se metiera en asuntos que le eran ajenos. Pero no dijo nada.

   Marcial, que le conocía mejor, consideró que el papel de mediador estupendísimo, le iba al rumano que ni pintado, ya que no tenía ni arte ni parte en el asunto. Pero debía de estar medio comprado y se había crecido últimamente mucho con los arrumacos de la Josefina. Se reía Marcial imaginando el día en que ese tendría que salir de estampida de la casona. No conocía todavía a la moza, como tampoco la moza le conocía a él. Vamos, que el día que se entere mi hermana de que el elemento está casado en su país y tiene cuatro hijos, aquí arde la pólvora.

 

_ ¿Qué hay de la casa?_ Dijo una voz aguardentosa, inconfundible, de fumador empedernido, detrás suyo. Y un nicotinoso y apestoso primer ex de Josefina, asomó por el portalón.


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