Se le había hecho a Marcial algo tarde para hacer queso con el excedente de la leche de las vacas de su madre. Que el rumano pasaba, y lo entregaba todo al cupo. Y ya había discutido con él, que lo que era excedente no se entregaba, ni se les regalaba a esos buitres de la central un cuartillo de más, que no lo pagaban, y aún se arriesgaban a que les bajaran más el precio.
Por eso había corrido cuesta abajo, después de haber dejado listo lo de su cabaña, a preparar lo de la casona, antes de que Josefina vaciara los dos cantaros sobrantes por la baza.
De eso que se apresurara a hacer el fuego en el lar y a sacar la ollona, antes de que Josefina volviese a acabar de recoger el comedor. Estaba su madre echando la siesta en su chaise long. Que como siempre se había quedado dormida en cima del periódico.
Y llegó la Josefina y allí se le encontró, al Marcial con las manos en la masa. Gracias que la cuajada ya estaba lista, que la temperatura y el clima de esa tarde de primavera lo favorecía todo después del último ordeño.
Sí. Allí estaba él, el hijo mayor, actuando con alevosía por el bien de la casa. Y allí mismito fue sorprendido, sudando en gordo. Se habría agriado la leche nada más entrar la Josefina, sin necesidad de haberla cortado con cuajo, barruntaba el hombre, que veía que se le venía el tiempo en cima, aunque todavía no era de noche. Ni vistas de oscurecerse tenía ya que todavía no estaban en la semana de San Juan.
Y de momento, Josefina, solazándose en ese momento de dar la puntilla, se puso muy parsimoniosa a ir recogiendo las copas y vasos de la mesa- labor delicada- de diez en diez. Que de eso presumía ella, de hacerlo mejor que ningún hostelero profesional, que para eso era la única de las hermanas que había heredado los dedos largos de La Corza, y no los de una humilde pasiega carga-cántaros:
dedos cortitos y palma larga y ancha, como los de Magdalena.
Por eso, en su disimulo, hacía como que no quería darse por enterada de que Marcial estaba a más de diez metros de ella vertiendo la leche de la ollona en los moldes que tenía allí dispuestos en la mesuca, bien blanca, que la solía fregar ella con lejía, de pino basto, y donde también se solía apoyar la artesa cuando a Madre o a ella misma les daba por hacer pan, o galletas.
Y por eso tardó en hablar, hasta que habló.
_ Tú, a partir de este día de hoy, ya puedes ir recogiéndolo todo ¡Y manta!
La madre desperezose de la siesta en ese momento, como no queriéndose perder el circo.
_ Pero ¿ es que me va a mandar a mi, la pequeña de los Carriazo, la monicaca, la pequeña de la saga, sólo porque consiguió una diplomatura en Empresariales?_ Saltó Frailón, el cual ya llevaba más de lo humanamente permitido sufriendo aquel suspense en silencio._ Sangre y arena...
_ Se dice "sangre, sudor y lágrimas"._ Corrigió su madre. Esa es una famosa frase hecha, acuñada por Churchill en la segunda guerra mundial. que les dijo a los ingleses-
_ Déjale terminar Mamá. Que diga lo que tenga que decir, y que se largue viento en popa.
_ Esa también es otra frase hecha- quiso añadir Conce. a quien, a la vista estaba por su tranquilidad, la reunión de familia y la siesta, no del todo interrumpida, le habían sentado bien.
_ ¡Mamá cállate! ¡Por favor!_ Exclamó Josefina, deseando como estaba en, enzarzarse con Frailón y, darle el capotazo final.
_ Yo diré con el permiso de nuestra señora madre, la cultísima de Luena: "Sangre y Arena", que creo que es el título de una famosa novela de Blasco Ibañez. Que lo corrobore nuestra madre.
_ Menudo esperpento el Blasco Ibañez. Donde esté la Pardo Bazán, o Jose María Pereda...
A ver:
¿Porqué nadie aquí en Cantabria se acuerda de José María Pereda, y pone su lectura obligatoria en las escuelas?_ Saltó la doña, mientras doblaba otra vez el periódico que acaba de estirar hacía un segundo, y lo posaba en el halda.
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