
_ ¡Tú!_ Gritó Josefina, estando tan aventada como el mismo viento que se estaba empezando a levantar en las últimas horas, y teniendo en mientes que se presentaba un buen día para secar toda la ropa de cama que acababa de lavar.
Y le gritó a él, a su hermano mayor, y nada más verle, cuando descargaba los cántaros vacíos en el patín. Y es que muy cerca pasaba la carretera. Y allí, casi pegando, estaba uno de los puntos de recogida de la empresa de leche ecológica "El Cuevanuco"._ ¡Has echado al Rumano de malos modos! ¿Quién eres tú para despedirle? A ver: ¿Quién eres tú?_ Preguntó cerrando la puerta detrás suyo para que no la golpeara el viento sur.
_ Y ¿Quién eres tú para salir como su defensora?
_ Yo soy una persona justa. ¡Una persona justa! ¡Y no una xenófoba!. Estoy de gente atrasada hasta la coronilla._ Declaró mientras apoyaba la bañera de ropa en una pila cercana y se ponía con gran remango a tender la colada de sábanas cerca del verde, aquel que mantenía ella, sólo para su propio disfrute y comodidad. Bien llano que era. No se le ocurriera a nadie poner el pie allí, en aquella especie de jardín inglés privado.... Aunque, muchas veces era el niño, su hijo Javier, el que lo segaba montado en el tractor cortacesped. Pero le estaba prohibido jugar allí, terminántemente, con la pelota, y eso que era tan grande el prao como un campo de futbol.
_ Todavía no sebes ni su nombre_ Rezongó Marcial._ El Rumano, dice.
_ Jobar o como se llame.
_ Jobar te voy a dar yo a ti. Se llama Bogdán.
Raro era ver a la Josefina levantada a aquellas horas de la mañana. Ella era de las que no se limpiaba las legañas hasta las diez por lo menos.
_ ¿Quieres que te diga porqué le he despedido?
_ Ni falta que hace. De sobra lo sé..._ Con la misma calló en silencio, porque la colcha que estaba tendiendo se le pegó al cuerpo tapándole toda la boca.
_ Yo le pago por trabajar. Y no por pelar la pava.
_ ¡Lo ves! Lo que te decía yo...¡Lo sabía! Que no me puedes ver hablando con nadie.
_ Yo los pongo en guardia. Porque tú eres una coqueta empedernida._ Dijo Marcial._ Además, lo que sobra es trabajo en los valles para un hombre de campo que lo que quiera sea trabajar. Pierde cuidao hija, que ese no se muere de hambre.
_ ¡Yo no soy tu hija!_ Exclamó Josefina, que había conseguido desembarazarse del abrazo de la colcha, y que en ese momento estiraba una funda de almohada.
_ Como si lo fueras. Porque yo te he criao.
_ Nuestra madre me habrá criao, digo yo. Y no tú._ Contestó ella.
_ Madre, bastante tenía con el trabajo de la fonda. Y la Cristina, bueno. Esa echaba una mano contigo. Todo hay que decirlo. Y también se le iba la mano. ¿O no te acuerdas?
_ Si lo dices por las tortas que me daba, ya me acuerdo, ya. Ni me la nombres.
_ Y ¿Quién la puso al pairo para que no lo hiciera, lo de darte bofetones cada vez que no arrancabas?
¿Quién le recordó a tus hermanas mayores que tenías madre pa ponerte al orden?
_ Ya. El hombre de la casa.
_ ¡Vamos! Que si no llega a ser por mí te desgracian esa cara tan guapa.
La Josefina ni contestó. Cierto era que Frailuco nunca les había puesto la mano en cima, a parte de algún tirón de pelo que ella recuerda. Una vez le dejó el cuello medio torcido- que no se hiciera tanto el bueno- Y que de esas, venía ella seguramente sufriendo de las cervicales: Pero justo es decir que eran las dos de la mañana y que la habían estado buscando por todos los pueblos del alrededor hasta que apareció en la romería de San Lucas, en una discoteca de noche, con sólo doce años, bailando a lo loco life is live. No eran esos buenos recuerdos para nadie; Y prefirió callar la hermana pequeña. la que había llevado más leña que nadie; Pero jamás de su madre, siempre de los hermanos, exceptuando el mayor.
_ ¡Ya! Y también me salvaste la vida una vez. Y para una vez que me la salvaste me lo estás pasando por los morros, todos los días.
_ ¿Pues no te metiste en la cueva de la Osa a jugar tras los oseznos cuando los echaste la vista en cima? No me lo pensé dos veces. Pero me parece que allí te tenía que haber dejado para la merienda.
Josefina se ríe. Ha terminado con la colada.
_ Limpia tu los cántaros. Que yo estoy liada._ Le dice antes de meterse de nuevo en la casona.
_ ¡¿Y eso?!
_ Nada más te aviso.Conmigo ya no cuentes. Y quien avisa no es traidor. A mí no me deja nadie en vergüenza. Sólo te digo.
_ A ver. ¿Qué te he dejado yo en vergüenza?
_ ¡Mira que te haces el tonto cuando te conviene! Estoy hablando de Jodar, del Rumano.
_ Se llama Bogdán. ¡Y menudo regalito de Dios es el chavalín!
_ ¡Me da igual cómo se llame!_ Exclamó ella._ Nada más te diré que esta me la pagas. ¡Y quien avisa no es traidor!_ Declaró su hermana humeretada.
Y con la misma , con ayuda del viento que soplaba fuerte, revolviendo, a él todos los rizos de la cabeza, y a ella la falda, dando un portazo detrás suyo, desapareció Josefina dentro de la casona.
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