viernes, 16 de junio de 2017

En todas las casas cuecen habas...





   _ Esto también. Que no sé qué hace tanto trasto en el pajar. Y esto también. Ahora ya se puede coger sin ningún cuidado. Sólo a un imprudente se le ocurre guardar un dalle oxidado del año de la tana. _ La médico alarga su brazo delgadito y fragil, y coge la guadaña bien envuelta en plástico de globitos.

    En ese momento, rubia, pálida, descolorida y vestida de blanco, parece el espíritu de la misma muerte tal y como se la representaba en la Edad media. Sólo le faltaba la guadaña, y curiosamente ya tiene una.

   La luz que cae por el hueco de la escalera desde el balconuco del pajar envuelve a Morelia en un resplandor extraño y frío. Y entre el brillo mate del plástico y las ropas que lleva del modelo de mañana de verano, más sus tacones agudos, montados sobre plataformas, de más de ocho centímetros... Todo hace preveer la peor de las catátrofes.



   Cristina está acabando de envolver con plástico de embalaje otras herramientas cortantes como una tijeras enormes de podar. De esas que requieren buenos brazos de parte del usuario. Y hasta el hachón cuyo mango  es casi tan largo como la altura de la polaca.
 
   Magdalena, alta y buena moza, se adelanta remilgada a coger el hachón._ De verdad. Que esto parece una película de terror. Menos mal que no hemos traído a las niñas, Cristina._ Dice. Y con la misma viendo que su hermana se esmera en afirma el plástico de embalar con hilo de bramante, le pasa la cinta de embalaje._ Usa la cinta, que acabamos más rápido.

   Este gabán que parece una tienda de campaña, ¡Si está hasta enmohecido! ¿Y estas botas horribles que pesan un quintal cada una?_ Exclama y pregunta al mismo tiempo, al poco rato después de haber apoyado el hachón en una esquina, Magdalena.

   _ Me parece que es de Marcial, de cuando solía ir a pescar el salmón._ Responde Cristina.
   _  A la bolsa._ Dice Magdalena tajante.
   _ ¿Qué bolsa?
   _ Ese saco. Todo eso de ahí dentro es para tirar. ¿Pero tú has visto como están estas botas? ¡Llenas de telarañas por dentro! ¡De aquí pueden salir hasta gusarapos! ¡Ag! ¡Que me muero! ¡De verdad que me da algo!
   _ Lo dejamos si quieres._ Dice Cristina, la cual sabe a ciencia cierta que en el desván no hay ningún tesoro que la interese a parte de dos o tres lámparas vintage.  y para restaurar. Quizá aquella tan grande que había en el comedor de la Corza, cuando la fonda la llevaba todavía la familia...
   _ ¡Qué vamos a dejarlo! ¡Qué vamos a dejarlo!_ repite Magdalena como loca. La cual ni se ha dado cuenta de que ya tiene varias telas de araña alrededor de su cuerpo. Una en el pelo, y otra rodeándole una pantorrilla. Menos mal que se ha puesto los leggings.

 
   _ Eso no es mío._ Dice asomándose a la puerta del desván,  Marcial, que les ve todas las intenciones,  Y sí. Ya se ha percatado de todo lo que está ocurriendo.

  _ Pues ¿De quién es?_ Espeta la Magdalena echando todos sus morros hacia adelante, y quedándose con una sonrisa tan cínica, que parece querer clavar los dientes a alguien.
  _ De un amigo._ Contesta Marcial.
  _ ¡No hay aquí pocas cosas tuyas! Y de ese sobrino que dicen que es tuyo..._ Contesta ella.
  _ Entonces será tuyo también._ Contesta él.
  _ Eso habría que demostrarlo. De momento es tu protegido, que yo sepa.
  _ No necesita el Neluco que le protejan. Pregúntaselo a su padre. Mira. Que creo que anda abajo con madre.
  _ Psss. Tengamos la fiesta en paz. Que siempre tienes ganas de líos.

  _ ¿Quién tiene aquí ganas de líos? Viene la tía esta-
  _ ¡Yo no soy ninguna tía!- cada tres años como el huracán... Y me dice que yo tengo ganas de líos.

  _ ¡Este tío acaba con mamá! ¡De verdad! ¡Acaba con mamá! Ya te lo digo Cristina.

  _ El capote y las botas, y todo el equipamiento de pescar es del practicante. Así que mejor no lo tires. Que ha sido tu madre la que se ha ofrecido para guardárselo aquí. Lo mismo que las dos o tres, no me acuerdo, caonillas, que tu hijo, y algún amigo suyo, usan para bajar el Sella.  Ni aunque se rompieran un día la cabeza...

  _ ¡Qué dices de romper la cabeza! ¡Qué dices de mis hijos y de que si los rompes la cabeza! Yo no te consiento más amenazas a ti. ¡Lleva madre aquí subyugada! ¡Amenazada! ¡Por este tipo toda la vida! ¡Y ahora nombra a mis hijos!
 _ ¡He dicho que ni aunque se rompieran la cabeza os llevaríais esas canoas por donde han venido. Es eso lo que quería decir!
 _ ¡Llama a la Guardia Civil! ¡Cristina! ¡Llama a La Guardia Civil! ¡Yo no aguanto más!_ Gritaba Magdalena.
 _ ¡Pues lárgate por donde has venido! ¡Lárgate por donde has venido!_ Gritaba Frailón.

   Gelito  asomó por el rellano del segundo._ ¿Qué gritos son esos?_ Dijo.

  _ Mira. Yo, nada más digo que los cuark y las tablas de surf que ya no usan los amigos del hijo de Gelito y Emilia están aquí también. Esas en el gallinero. Que guapas estarán... Y eso si que estorba.
  _ ¡Llama a la Guardia Civil Gelito!_ Chilló Magdalena.
  _ -Y nadie se mete con ellos. Y no son de casa. Y todavía no he visto a ninguna vaca haciendo surf. Aunque mira. En la última riada igual habrían servido para algo_ proseguía Marcial irónico_ que más de una de las jersey de tu abuela se murieron ahogadas por estar estabuladas abajo en el valle...
 _ ¡Ahora cambia de tema! ¡Tío listo! ¡Con tu hermano que es hombre no te haces tanto el valentón!_ Profería a gritos la ejecutiva de PARADISE: Los mejores cosméticos para hacerte sentir en la gloria.

  _ Bueno. Vale._ Decía Gelito intentando calmar los ánimos._ Mejor que dejemos la fiesta en paz. Josefina ha avisado que la comida ya está. Y madre está esperando a servir la mesa.
 _ Para comidas estoy yo. A mí no me entra nada._ Suspiró Magdalena. La cual con el pelo enmarañado y envuelta en telarañas negras, y el rojo subido de sus mejillas, no necesitaba nada de maquillaje de su linea juvenil para pasar por una loca psicópata.

   Marcial, a quien la reunión familiar de hijos le había cogido por sorpresa, ya que nadie se lo había comunicado, prefirió omitir el detalle de que acababa de comerse un bocadillo.
Y antes de que todos se hubiesen dado la vuelta ya se había ido.




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