martes, 20 de junio de 2017
Una mujer y varios hombres.
Era aquella la hora de la merienda para Jose Luis, una buena hora para zampar, habiendo remitido ya el calor. Como la mayoría de los montañeses que trabajan en labores físicas la comida del día o almuerzo debe de ser trasegada antes de las doce del mediodía. Y serían ya las seis de la tarde cuando Jose Luís entró para sentarse a la mesa de la casona.
Posiblemente subiría sobre las cuatro de la tarde, después de la siesta, y habiéndose cruzado con la parentela que bajó toda en estampida, todos menos Rosendo, nada más comer y recoger.
_ Bueno José Luis ¿Qué cuentas?_ Podía haber dicho Conce._ De momento, ya sabes, que aquí siempre hay para ti un lugar en la mesa._ Pero como si lo hubiera dicho. El pintor se acomodó lo mejor que quiso. Y símplemente Conce siguió leyendo el periódico, mientras este elegía el lugar más fresco de la cocinona para sentarse. Y el sitio elegido por J.L, dentro de un espacio de más de setenta metros cuadrados, fue justo al lado del Bogdan, un posible nuevo pretendiente de la madre de su único hijo- Un chaval espabilado, aquel, por otra parte, otro nieto de Conce, el mayor de Josefina, y que estaba de beca de Erasmus en Alemania, aunque estudiar no estudiaba mucho, porque se había puesto a trabajar de camarero casi nada más llegar-.
Sólo faltaba El Cubano.
Rosendo, viendo venir la situación y temiendo una quedada de los ex de su hermana y de ciertos brand new suitors decidió que lo mejor era ahuecar el ala.( El inglés se le venía a las mentes a Rosendo como para hacérsele más llevadero, o de algún modo más moderno, un estilo de vida al que no llegaba a acostumbrarse, la nueva era, esta de oro, del matriarcado en todo su explendor.) "Flamantes y nuevos pretendientes", traducido al español, Y haciéndose para él las circunstancias más violentas que al mismo Jose Luís, de quien su hermana pequeña se había separado cuando esta tuvo su primer lío con un croata de quien nació su hijo el segundo, fue recogiendo papeles.
No tardó así en despedirse de su madre y Marcial- que a Josefina ni le dirigió la palabra- y en marcharse.
Pero Frailón que estaba hecho a todos los líos habidos y de por haber de la Josefina, aún tomó asiento él también, y tuvo el detalle su hermana de servirle, con cierta consideración, a él primero, un tentempié. Porque si algún hombre era el jefe de aquella familia, ese era Marcial, por mucho que ella misma quisiera ponerse por delante.
Fue entonces cuando Bogdán, rencoroso todavía con Marcial por lo del despido, se levantó y despidió de todos hasta el día siguiente.
_ Que aproveche. Yo ya marcho.
_ Ale. Adios.
Conce ni siquiera levantó la vista del artículo que estaba leyendo.
Sólo faltaba de pasarse por allí El Cubano, volvió a pensar Marcial, el padre de la Neluca. Porque del croata nunca se llegó a saber mucho. Y entonces, habría estado el trío completo, un trío para la diva, consentida y caprichosa de Josefina, que al amparo de la protección de su hermano mayor, parecía al menos, ya que con su cuerpo hacía lo que quería, y era la única dueña de su matriz, estar repoblando la comarca, por lo que solo por eso se merecía una medalla de las gordas.
Sin embargo, pensó de repente Marcial, también podía ser que Josefina estuviera disfrutando de lo lindo, viendo y contemplando como cada hombre allí presente estaba absolútamente bajo su control, incluido el tonto de su hermano que creía de toda la vida el estar protegiéndola a ella y a todos sus vástagos, algunos con apellido exóticos incluidos, y para colmo varones, el segundo de Josefina se apellidaba Kovaceviz, casi como su padre croata en españolizado, y el tercero Elfounti, igual que su padre, el marroquí que se encargaba de las tierras que Conce todavía poseía en los Valles Altos del Nansa.
¡Qué flemática sangre fría! ¡Cómo le estaban preparando el catafalco al que desde niño había hecho de hombre de la casa. En aquel momento, tenía Josefina al menos, a dos advenedizos en su bando, entre ellos al tonto de J.L de vuelta, que hay que ser subnormal.
No se sabe si fue la pimienta del pincho espolvoreada sobre el queso fresco, o el rocoto que llevaban las croquetas de ají de gallina, receta también mestiza entre peruana y castellana, o seguro que posiblemente fueran los súbitos pensamientos, encontrados, que de pronto arremetieron contra el mismo pensante. El caso es que de repente Marcial empezó a ponerse rojo, y a sentirse tan incómodo, allí sentado a la mesa en la casa de su madre, comiendo, que arrepentido estaba de su bravata de haber tomado asiento.
Aunque la comida estaba buena, ¿No tendría veneno?
Daba igual. No le vendría mal hablar con el cubano, que por cierto, este aunque negro más que mulato, se apellidaba Machín, apellido proveniente de Cantabria. Si acaso aparecía, tendrían que tener una conversación aparte, él, Marcial Carriazo, con el cubano. Lo estaba viendo claro, o con el mismo Elfounti, que no sabía ni papa de español, ni pinta de aprenderlo. Aunque para cuidar de ovejas y vacas no lo necesitase. Claro que a este habría que ir a buscarle, y es que vivía como un asceta, en completo aislamiento. Y no lo llevaba mal. Era saharahui, y poco gregario sin embargo. No necesitaba ducha, y era sobrio con la comida. No lo llevaba nada, nada mal.
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