lunes, 19 de junio de 2017
Luchando solo
_ Espera un momento_ dice Rosendo._ Antes de que te vayas quería comentar algo contigo.
Los praos de Madre se van a poner a renta. Se ha decidido.
_ ¿Quién lo ha decidido_ Pregunta él.
_ Lo hemos decidido entre todos.
_ ¿Lo ha decidido madre?.._ Sin dejar responder si quiera a la aludida, Marcial quiso explicarse así:
Esos praos, la mitad de ellos los han llevado aparceros de toda la vida. Y la otra mitad, a medida que yo me fui haciendo con tierras propias, también.
_ Pues que hagan como tú. Y compren. Pero si no quieren irse, o compran o tendrán que pagar una renta. Porque ya no son tiempos para pagar con viandas y cabezas de ganado.
_ Pues yo te aconsejo, ya que me has dicho que me quede para hablar este tema, te aconsejo que dejes la cosa como está. Que ya hay quien está teniendo que pagar para que le sieguen, después de que algún ocurrente decidiera echar de sus tierras al pastor.
Quedó Rosendo pensativo unos segundos.
_ Vale._ Dijo al rato._ En cuanto a las cabezas de ganado al único que le ha beneficiado es a tí, que para algo has sido el tratante de Madre en la feria. Y no te ha ido mal, que te has hecho de buenos rebaños, y buenas cabañas. Creo que sólo te falta poner una granja de cerdos.
_ Si me ha ido bien en esto, será porque me he pasado la vida trabajando en esto. Tampoco a ti te ha ido mal en lo tuyo.
Además, ¿de qué demonios estás hablando?_ Bramó de pronto Marcial._ Quien mejor precio saca en la feria de las recrías es menda. Quien negoció los suministros de leche fresca diaria proveniente de la cabaña de Madre con la Fonda, fue menda. Yo proveo con mis vacas al Cuevanuco por un lado, y por el otro a la pastelera, y por el otro a la heladería Los Glaziares de Cóbreces, lo mismo que a los albergues del peregrino del Camino, los de esta zona, y a los mismos benedictinos. Pero yo cumplo. Ahora aquí, lo que hace falta es que los demás cumplan tembién, y que no me tenga que decir a mí el Andrés, que la entrega se la están haciendo un día sí y otro no, cuando no se le pierde la leche ¡porque alguien se la está desnatando!_ Y de esta que con la mirada que echó a su hermana pequeña, casi la atraviesa.
No dándose por aludida, contestó la Josefina, mientras sorbía un espárrago, que menudo estaba hecho el Andrés, el que llevaba la Fonda de Cristina. Y añadió que estaba deseando que venciera el arriendo. Y que de renovar ya podía olvidarse semejante mentecato.
_ Trabajar trabajas, Marcial. Eso nadie te lo quita. Lo mismo que para tener ideas de como darle salida al producto, no hay nadie como tú.
_ Cada uno mira por lo de él._ Dijo Marcial. Y añadió.
A madre le dije lo de la Cooperativa Ecológica del Cuevanuco, y prefirió seguir, con lo que era seguro, según ella, con la central. Y que con el cuento de que hay excedente, y de que tienen que bajar precios ante la competencia no le pagan ahora al ganadero, ni para cubrir precios. Hay quien no saca ni para piensos. Y muchos, la mayoría de los que van aguantando, lo están haciendo con vistas a jubilarse. ¡El futuro es dramático en este sector! ¿Qué me vas a decir? ¿Lo que ya sé?
Marcial, arrebatado de desesperanza y un nerviosismo activo, que era como el hombre bregaba con la ansiedad, volvió otra vez sus pasos para el portalón. No necesitaba a nadie que le deprimiera aun más. Si el Rosendo quería hablar con él, para obtener sólo sus parabienes, que hicieran lo que les diera la gana.
_ Hay quien se ha limitado a esperar subvenciones._ Pero sin salir del todo de la cocinona, y al tiempo que Rosendo se levantaba para insistir en que debía quedarse a comer con ellos, y hablar, Frailón encerrose en sus propias reflexiones._Pero en el campo hay que trabajar cada día, tengas subvención o no. Acuérdate del Albarcas, del nieto. Que mayor vago no se ha visto. Todos los terneros y terneras que tiene son cruzados. Al parecer, se venden mejor para recría. Coge una subvención para recuperar el ganao de la zona. Se lo gasta en vacas toscas, y de las que gustan a los carniceros, y para de contar. Y que sólo pacen. Que se cree el que se cuidan solas. Y los tres terneros que nacieron el pasado mes de marzo, que parieron las vacas ellas solas,y como pudieron en el mismo monte, se los comieron los lobos. Y menos mal que llegó menda, que si no se comen también a las madres. No tiene ni perros para cuidar el rebaño, por no tener que subir a darles de comer.
El trabajo del pasiego, como el del campurriano, o el trasmerano. o cualquier montañés ha sido toda la vida a base de pierna y brazo. Buenos praos tenía el padre del Albarcas al lado de la carretera, y ni siquiera se sacó el carné de conducir.
_ Y ahora a qué viene hablar del Albarcas.
_ Pues que ahí tienes uno que vive como Dios, y que nadie se mete con él.
_ Será que él no se mete con nadie._ Dijo el Rosendo._ Tú lo que no puedes es obligar, por ejemplo, a la Josefina, que es la única de los hermanos que queda aquí, a que siga viviendo como vivían nuestros abuelos hace dos siglos, y de una industria que es deficitaria a todas vistas. Ya nos ha dicho que menudo numerito la armas el día que por lo que sea, no le da tiempo de fregar los cántaros.
_ ¡Son los de madre! Los cántaros de mi explotación los fregamos el Neluco, que para eso le pago, o yo.
_ ¿No pretenderás que se ponga Madre ahora, a fregar cántaros?
_ ¿ Pues no tiene ahora un buen criao, que yo le despido, y ella le vuelve a tomar.? Y que papar ya veo que papa bien.
El rumano que era el único que estaba comiendo, dejó de comer en ese momento, y quiso hasta dar una réplica y meter su cuña en la conversación. Pero desistió visto que la misma Conce, la madre, decidió intervenir.
_ Explotar al chaval, eso es lo que harás tú.
_ ¿De quién hablas?_ Preguntó Marcial.
_ Pues de mi nieto. ¿De quién va a ser? No hablabas tú del Neluco, que te friega, y coge la trincha si hace falta.
A Gelito, el rubio de la familia se le subieron los colores. Y Emilia, su mujer, que paciéntemente sacaba las espinas de una dorada ayudada de tenedor y paleta, ya estaba arrepentida de haberse sumado a esa segunda comida familiar. Al fin y al cabo el patrimonio de los Carriazo, de la familia de su marido, poco le importaba. La mitad de las tierras por las que se había empezado esa discusión, ni aún regaladas, las tomarían la mayoría. ¿Qué podían valer? Tres cuartas partes de Cantabria se estaban yendo a monte. Y a ella ¿qué podía importarle? Si vivía en lo mejor de Salamanca. Sus amigos estaban entre el elenco de la Universidad. Y sólo soñaba con ciertas vacaciones en la Riviera Maya, vacaciones que podía permitirse cada dos años.
_ Yo quisiera comer en paz._ Dijo Conce._ Tú Rosendo ¿Para qué le entretienes justo ahora que se iba con viento fresco?
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