
Para encontrar a Marcial otra vez habría que ir a buscarle allí donde se encalabrinan los picachos a la vera del río, tan pronto a un lado como al otro, cuando no a los dos a un tiempo. Después de un ataque de esos, cuando su madre le ha puesto a mil por hora, quiere como enterrarse vivo. Cada vez que él le ruega silencio con un se calla usted. Ella le responde con un ¡No me da la gana!. Y le recuerda que la casona es suya y que ya puede irse con viento fresco. Y cuando acaso a él le da por recordarle a su madre todo lo que lleva trabajando en su media existencia, y sólo por el bien común que ella se empeña en envenenar, ella le recuerda a él que nadie le ha pedido nada.
Ahora, sentado en un saliente, en el terreno natural donde saltan los rebecos, y desde donde en los breñales de enfrente alguno de estos ejemplares le observan confundido, se relaja perdiendo la mirada en una tira de valle que semeja la forma de un pubis brillante, tibio, y húmedo y va a terminar en punta en un punto remoto y escondido donde acaba por desaparecer.
_ Yo no debo de ser hijo de esa mujer._ Piensa, y piensa en voz alta, hasta que se pone a gritar a los cuatro vientos.
_ ¡Mala madre! ¡Mala madre!
Y luego sigue con su monólogo interior.
" Una mujer que disfruta poniendo a un hijo contra otro, que ha conseguido que ninguno de los varones nos hablemos, y que lleva camino de que las hijas cada vez que se encuentran salgan la una descalabrada, la otra sin pelo, y la Josefina al borde de un infarto. ¡Joder! ¡Que la he visto ponerse de color azul! Cianótica se puso, eso dicen los médicos. Visto y no visto y todo en cuestión de segundos. Y luego morada y hasta negra. ¡Vamos! Que si la Magdalena no la llega a soltar... Menudo susto que nos pegó".
Está pasando una nube blanca preciosa, y se recorta sobre el cielo límpido que en ese instante está de un azul intenso. Marcial más que ver las nubes en esas hondonadas y en esas estrecheces siente como pasan , y todo con sólo percibir los cambiantes matices del lujurioso paisaje que le rodea. La iluminación corre de un lugar para otro mientras la nube pasa veloz. Va a hacer buen tiempo porque sopla nordeste. Marcial dobla la nuca y echa todo lo que puede la cabeza hacia atrás para ver el cielo. Casi tiene que contorsionarse; pero allí arriba está. Allí arriba está el cielo. Y sólo desde lo más bajo, viendo ese retazo, es suficiente para creer, creer que en las alturas reina otra armonía, y que de esas formas celestes viene la vida , y que tanto el tiempo como el espacio, como los acontecimientos que rigen nuestra existencia sólo obedecen a un plan pensado por Dios todo poderoso. Y así es su propia vida. Encerrado en un círculo vicioso de donde todos escapan menos él. Pero es que, más que escaparse salen disparados después de dar vueltas y vueltas.
Mientras, pasea Marcial sus hermosos ojos verdes, grandes y brillantes, casi azules ante el azul del cielo. Y sus ojos movientes, perfilados de espesas pestañas negras, exaltados y tiernos a un mismo tiempo, preocupados siempre; pero alegres por lo general fotografían cada detalle. Contempla y practica el mindfulness sin saberlo y durante unos momentos parece que su mente por fin se amortigua con sus reflexiones... Y si se hubiese casado. Y si se hubiese ido también él. Y si dejara de querer aconsejar a su madre ya que ni gobierna ni deja gobernar, y en cima desgobierna...
Su mirada es la de un sabio que todavía no ha sabido cómo dominar el genio; Pero lo intenta. Su mirada es clarividente, imaginativa, curiosa, emprendedora, la de una mente a la que no le gusta ni perderse en ensoñaciones ni perder el tiempo. Marcial se levanta y se sacude los pantalones.
_ Lo que no tiene remedio no lo tiene. ¡En fin! Vayamos a la faena.
" Menudo susto que nos dio la Josefina. Esa sufrirá pronto del corazón. Lo veo venir. No en vano es la pequeña. Y ya la fábrica...Cuando los padres son mayores. ¡Pero los hijos de la Josefina son guapos los condenados! Será la pequeña; pero ha salido matona. Para parir ha salido como nuestra madre. Unas crías fuertes como robles. y listos como una garduña ¡Y menuda altura que tienen!- Yo creo que la Magdalena la tiene envidia- ¿Qué tiene la Magdalena que corregirla en nada, metique de las narices?Otra como el Rosendo. La inquisición del siglo XXI, como yo digo.
Va a ser verdad que la tiene envidia. Ahora que me fijo, los hijos de la Magdalena son bajitos, guapucos también. Pero me temo que más bajucos más mala leche se gastan. Esos se saldrán a la abuela. Que dice la Magdalena que a Josefina le están criando a sus descendientes por el morro, y que es como el cuco, que menuda cara que tiene"_ Y sí que puede que sea verdad.
Pasa ahora Marcial en su ascenso al borde del breñal cerca de la cueva del oso. Y él sigue con sus pensamientos.
" Yo a todos los sobrinos los quiero; pero a los de Josefina, basta que tengan esa madre, para comprenderlos y quererlos más. Vinieron con desventaja al mundo. Al menos eso me temo; Pero ¿Qué tiene su tía que humillarlos? ¡Mala pécora! De todos modos tampoco tengo yo que ocuparme de esos niños. Si no, ¿para qué tienen padre? "
Ya pasó de largo la guarida de la osa. ¡Menudas se ponen las osas cuando están criando! De está que Frailón no vuelva a estar al hilo de lo que venía pensando hasta verse en lugar seguro.
"Bueno, con los padres andan, y cada uno con el suyo. La niña, lo único. Menuda pena que me dio la Neluca. Que la Magdalena se tire a agredir a su madre. Mi Neluca con tres añucos que tenga que ver semejante espectáculo.
Si supiera estarse callada la Josefina. Igual la otra no se le lanza. Tuve que agarrar a la Magdalena que se le había sentado en cima, y la tenía sujeta en una de sus famosas llaves de yudo, y de su pelirroja cabellera tuve que agarrarla- ¿qué sitio mejor?- Si no había forma humana de separarlas. Y la Josefina... La Josefina otra que tal baila- yo creo que esta tipa fuma algo si no, no lo entiendo- queriendo morder y clavarle las uñas a la Magdalena en la cara. ¡Pero si no puedes hija! ¡No puedes! La próxima, a mi no me hartan. Va un cántaro por en cima de agua fría. Todavía salí con un mordisco en la mano. A ver quién me lo daría. Luego me pidieron perdón las condenadas. Y todo sin hacer. La casa sin barrer. Todo sin hacer. Si a mí mi madre me dejara poner orden ya que ella no lo hace, esto no pasaba."
Y otra vez para dejar de pensar en malos recuerdos recientes sacude la cabeza. Y sólo la fauna autóctona que le rodea, hasta la osa que dormita al sol con sus tres oseznos y que no anda muy lejos de allí le oye decir:
_ ¿Será verdad lo que me dijo el padre Casimiro cuando tuve que pedirle confesión, que debe de ser una egocéntrica? La última vez me despidió con la absolución puesta de entrada y sin dejarme ni abrir la boca? A ver dónde encuentro yo ahora desahogo._ Confiésate de tus pecados hijo_ me dijo_ no de los de tu madre, a la que por cierto nunca he visto por aquí, y ni siquiera conozco.
Levanta la osa su pesada cabeza y olisquea el aire templado y húmedo. Se relame el sabor dulce que le ha dejado la miel del desayuno. Y decide que no merece la pena molestarse por un paisano de sobra conocido. Ni él va a atacarla. Ni ella a él.
Un silencio para pensar y Marcial continúa su diálogo en voz alta.
_ Es que ve la misa por la televisión._ Pues falta me hace por lo que me dices._ Ya claro, Claro que la hace falta._ Paciencia hijo, paciencia con los padres- me dice- cuando van para mayores._ Qué fácil es decirlo. ¡Cáscajo con el cura que tampoco deja hablar! Y yo lo único que quiero, lo único que quiero es confesar. Y es que a veces... A veces ¡Tengo ganas de matarla!
La voz de Marcial, apodado Frailón, retumba de tal manera en la inmensidad de aquel mundo apartado que el eco le devuelve:
_ Matarla,... MATARLA...Matarla.
Dicen que las mujeres dan la vida. ¡Ay!_ Suspiró.
_ Sí. Y también te la quitan.
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