lunes, 29 de mayo de 2017

Las Alicias del mundo de la abuela Entrebasagüas.






 


  Atrás quedó Frailón al cuidado de los vástagos que algunos hermanos iban dejando atrás. Y sus sobrinos le querían mucho. Hasta que celosa su madre, la abuelita Conce del amor que le tenían, se repitió la historia, acostumbrando a los nietos a hacer mofa de su tío, de quien, ya había augurado ella, que jamás se casaría.
 
  _ Sólo mirad que greñas. ¿Podéis creer que de niño era el más guapo de todos?
  _ ¡NO!_ Exclamaron las tres Alicias en el país de las Maravillas que rodeaban a la abuela Concha, y tan entretenidas como estaban sin percibir las inocentes la mala baba que destilaban sus historias de vieja pasiega.
  _ Y era presumido también.
  _ ¡NO!
  _ ¡SÍ! _ Exclamó la abuela henchida de tanta dicha, y solazándose en tanta hermosura. E imaginándose que ella misma en su tierna infancia debió de ser así de bella y rozagante.
 
   El color de la Laurita era auténticamente suyo, heredado de ella por vía directa, de abuela a madre y de madre a hija, parecía una niña sacada de un cuadro del romanticismo inglés. Las tres, las tres._  Pensaba Concha_ Las tres son perfectas y rosadas.
  _ Las tres eran tres, las hijas de Helena, las tres eran tres, y ninguna era buena._  Pensaba Marcial, el llamado Frailón, que tres hermanas tenía, y las tres se parecían a su madre. Tamañas orgullosas las tres. Autosuficientes las tres, y desagradecidas las tres. Mandonas, manipuladoras y liantas. Tal y como el Rosendo; pero en mujeres. Al menos Rosendo trabajaba por lo bajo y  no te levantaba la tapa de los sesos con sus broncas y chillidos.
   Marcial volvió a suspirar. Ya iba por tres sobrinas.
   ¡Qué arrepentido estaba de no haberse ido de Fraile a tiempo cuando podía!
   Pero nunca era tarde.

   Y otra vez suspiró de nuevo antes de sobarse los ojos. En esa casona había siempre mucho polvo. ¿Qué pasaba con la Josefina? ¿Que no limpiaba? Ya le estaba picando la nariz. ¡Recórcholis!

   _ Se peinaba al modo en que lo hacía su padre._ Proseguía su amada madre, que en aquellos momentos con sus setenta y tantos años no se cambiaba por una de veinte
   _ Y se sigue peinando._ Observó la mayor de las niñas._ Dime tío Mar ¿Qué es eso que te pones en el pelo? ¿Gomina? ¡Eso ya no se lleva! ¿A qué no se lleva Laura? ¿A qué no?

    Nuevas risas, y esta vez de las gordas. Parecían polluelas queriendo llamar la atención de todo gallo. ¡Recórcholis!
   _ Cuando tenía pelo, todavía._ Añadió la abuela. Y entonces fue el despiporre.

   Frailón que había cogido la escoba para barrer, seguía barriendo como si nada.
  _ Dime tío Mar. ¿Nunca has tenido tú, novia?_ Peguntó Margarita la pequeña, sólo por seguir el chiste.
   Ni caso que hizo el tío.
   _ ¡Pero Frailón! Respondéee.

    Y su madre respondió por él.
   _ Igual, igualito que su padre. Llegó a una edad y se abandonó por completo. No es como el tío Rosendo, siempre de traje, o bueno, lo que se le parezca.- Ahora los hombres de oficina no llevan traje- Rosendo es elegante, y Gelito ¡ya no digamos! ¡Un arcángel! Pero Frailón...._ ¿Porqué creéis que quiere tanto a esas vacas suyas?

   Y el aludido respondió por fin.
_ Las vacas son ellas las que llevan la cornamenta, y muy guapa, por cierto. No se la ponen a nadie.
 Y quedó muy a gusto y hasta como con ánimos de seguir la chanza. Tenía que reconocer que había cierto ambientillo en la casona los fines de semana, y sobre todo cuando estaban las niñas.
  " Por el  momento las mujeres cuando son niñas parecen respetarse entre ellas.  Pero espera a que críen y verás" Se decía Frailón.


  _ ¿Era guapo el abuelo? Abuelita.
   _ Muy guapo. Un poco más alto que vuestro tío._ Respondió Concha._ Lo cierto es que Frailón se sale a los Carriazo. Es el vivo retrato del abuelo.

    Las tres niñas le dirigieron en ese instante miradas de admiración y ternura, a él, a Marcial, que no estaba acostumbrado para nada a ninguna clase de afectos.

   _ Es cierto tío. ¿Porqué no te casas?_ Sugirió Maya, la más seriecita de las tres primas.
   _ Eres guapo tío. Eres guapo._ Corearon las tres.
   _ Yo el domingo le vi sin afeitar. ¡Y estaba  más guapo!._ Admitió la más pequeña.
   _ Antes de casar con una bruja como las de esta familia emigro al Polo Norte. No bueno, mejor al Polo Sur. Que allí creo que no hay mujeres.
   Y se quedó riendo él sólo, mientras acababa de juntar un montocillo de astillas a la vera del lar.
   _ ¡Qué tonto eres tío!
   _ ¡Este hombre es tonto! ¡Mira lo que le dice a las pobres chiquillas!
   _ Yo con ellas no me meto.
   _ Pues será con sus madres_ rezongó la vieja.
   _ Y con usted si cabe. O ¿acaso no es usted también una bruja? Corrijo. ¡Y corrijo porque es usted la mayor de todas! Enseñar a esas pobres criaturas a mofarse de un hombre como Dios manda. _ Desportillaba Frailón._ Con Padre terminó usted. Pero conmigo, le aseguro que no.
   _ ¡Y ahora me amenaza!_ Se escandalizó la anciana.
   _ ¿Porqué le dices eso a la abuela? Tío._ Preguntó la tierna Maya.
   _ ¡Yo no la he amenazado! ¡¿Veís?! ¿Veis cómo es una lianta e inventa la mitad de lo que dice?
   _ Pero tú le estás gritando tío._ Susurró Margarita.
   _ ¿Qué tiene que decir ella que yo me abandono? ¡Menos perfume y perendengues y más moral! ¡Que es eso lo que aquí falta! ¡Y siempre ha faltado!

   Colgó el recogedor de un clavo que había en una de las paredes del hogar vacío. Y con la escoba en una mano y la otra como un molino dando vueltas en el aire para apoyarse en la diatriba que estaba soltando, alucinó a las niñas. Y él solito se sumergió  en una especie de bolsa de calor generada  por una avalancha, al parecer, de argumentos  alimentados mientras se había mantenido en silencio, cuando al parecer escuchaba, aunque hubiera dado a entender lo contrario.
 

_ ¡Que tiene que decir ella que yo me abandono!_ Repitió._ Y sólo porque me cojan miedo las criaturas. ¡Como si uno fuera el moro Muza! ¿ Acaso me queda tiempo para afeitarme? ¿Me queda tiempo para algo? ¿No me las paso desde que amanece hasta que cae la noche de aquí para allá?_ Repetía mientras buscaba un sitio donde poner la escoba y no sabía donde ponerla. Y movía su cuerpo ágil y recio de un sitio al otro. Por fin encontró el lugar adecuado. Se rascó la cabeza. Acababa de decidir esconder el escobón detrás de la puerta.
_ Yo aquí puse un clavo para estas cosas_ Masculló.
_ ¡Ya está!_ Exclamó la madre._ Él es el único que trabaja en esta familia. ¡Ya se está quejando! ¡En buena hora ha aparecido este hombre! A amargarnos a las niñas y a mí. que estábamos aquí tan ricamente.

   _ ¿Cuántos años tiene ya el hijo de Gelito?_ Preguntó Frailón en ese momento.
   _ ¿Y eso? ¿Qué tiene qué ver ahora?_ Respondió Concha.
   _ Porque ya he visto que ha estado aquí.
   _ A zampar. Lo mismo que el tío.
   _ Un queso que cuesta sus buenos euros aquí fuera, en cima del fogón, a merced de las moscas... Hasta el hambre se me ha quitado.
   _ Eso ya me extraña a mi.
   _ El que trabaja necesito comer en relación a lo que produce.
   _ Ya, ya...
     El diálogo podía eternizarse.
   _ Un Nini, un niño que ni estudia ni trabaja. Da trabajo, que no es lo mismo.
   _ ¡Mira qué moderno! ¿Ya sabes tú lo que es un Nini? ¡Yo que pensé que te pasabas el día balando como las ovejas!
   _ ¡De verdad madre! ¡Que no le consiento!

    ¡Menuda algarabía que se armó con el nuevo estallido de risas infantiles en torno al comentario de la abuela! Y es que el balar se entiende figuradamente como querer intensamente o dar suspiros de amor. Y había que oír los refunfuños y portazos de Marcial!


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